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Conozcan, amen y acepten a Jesucristo en su corazón", Padre Yud.

“No fue porque no supiera, era porque lo sabía”, este es el inicio de un poema de Monseñor Jorge Monastoque Valero, el cual encontraba en la sala de la Casa Cural de mi pueblo y siempre me llamó la atención cuando visitaba al sacerdote o asistía a mis clases de guitarra, en mi época de estudiante.

Soy el Padre Yud Adbeimar Caro Parrales, nacido en un hermoso pueblo de Boyacá que se llama Zetaquira. Sin tener el mínimo pensado de que iba a ser sacerdote y ayudándole al padre en las misas surgió esta pregunta: ¿Qué va a ser después de que termine su bachillerato?, y después de esto el padre me hizo una invitación sencilla a participar de una convivencia en un seminario en Tunja. Con la ilusión de compartir con algunos compañeros, fui, sin saber lo que me esperaba, ahí fue donde me encaminé y quise responder a esa vocación de ser sacerdote, sin haberlo imaginado ni pasado por mi mente antes.

Ingresé al Seminario Mayor de Tunja en el año 2005 a mis 18 años de edad, después de haber terminado el bachillerato y participado de una serie de convivencias y exámenes que hacen parte del proceso vocacional, encontrando allí un buen ambiente familiar, compañerismo, amistad, unión, con mucha exigencia en el estudio, pero lleno de grandes momentos; el seminario se convirtió en un hogar privilegiado para nosotros donde se respiraba paz, tranquilidad, armonía y además del interés por aprender más y más a cerca de Dios, de la Filosofía, la Teología, encaminándome hacia el sacerdocio, no era un camino fácil, pero era enriquecedor, al saber que íbamos avanzando con la meta de servirle a Dios en el rostro de la humanidad.

Al seguir participando de cada una de las misiones y actividades que desarrollábamos en las diferentes parroquias para el conocimiento y formación como seminarista, entusiasmado por seguir adelante, conocí a un compañero que me habló de la vida castrense, de la vida militar. Con ese gran interrogante, el interés de despejar en mi mente qué se siente trabajar en el medio militar y experimentar esa doble vocación de ser sacerdote y a la vez ser parte de una gran Institución militar, me fui encaminando e indagando sobre la Diócesis Castrense, de esa manera pude conocer un poco más, permitiendo que mi vocación se inclinara para ser sacerdote de las Fuerzas Militares.

Cumpliendo con el proceso y con cada uno de los requisitos que se exigían para hacer parte del Seminario Castrense, fui aceptado en el año 2008, allí pude continuar con mis estudios de Teología, en el Seminario Mayor de Bogotá, este forma los futuros sacerdotes que ejercen su ministerio evangelizador en las Fuerza Militares y de Policía de nuestro país, uniéndonos a la misión de salvaguardar la vida de todos los colombianos y también salvar las almas.

Allí me encontré con mucha más exigencia en la preparación, en el conocimiento y el trabajo, algo que asumí con agrado sabiendo que todo lo hago con el corazón y con la confianza puesta en Dios para cumplir con el propósito que él me encomendó, adquiriendo el conocimiento específico de lo que significa llevar el Evangelio y el amor de Jesucristo a los hombres y mujeres de las Fuerzas Militares, entendiendo que ésta es una misión particular.

Siendo parte del Seminario Castrense en la ciudad de Bogotá, fue pasando el tiempo y el deseo de trabajar con los militares crecía más. La vida del militar es una vocación que está llena de servicio, se asemeja a la vida sacerdotal, es una vocación y no una profesión, como lo quieren ver algunas personas, el sacerdocio está lleno de entrega, sacrificio, desprendimiento, ayuda, solidaridad, oración y sobre todo la entrega de corazón, alma y cuerpo en el trabajo al servicio de Dios, reflejado en el rostro de la humanidad, amando al Señor y al prójimo que fue creado a su imagen y semejanza.

Así es el ministerio de un sacerdote y el trabajo de un militar, servir, entregar su vida, proteger, amar aquellos que no conocemos y que son también nuestros hermanos, comprender cada una de las dificultades y las diferentes tareas que el militar debe enfrentar a diario, saliendo de su hogar, de su unidad, de su zona de confort, asumiendo varios retos inmersos en el cumplimiento de su deber.

Fue así como el 30 de noviembre del año 2013 con imposición de manos y oración consecratoria fui ordenado Sacerdote por monseñor Fabio Suescún Mutis, nuestro Obispo Castrense, después de conocer las particularidades de la misión de las diferentes Fuerzas Militares, honrosamente fui destinado a la Fuerza Aérea Colombiana, inicié con gran alegría y entusiasmo para acompañar espiritualmente, ayudando a los hombres y mujeres del aire que desempeñan sus labores en el territorio nacional, cumpliendo con cada una de las misiones, así como a los soldados y civiles en las diferentes unidades.

Me he desempeñado en esta gran misión evangelizadora entregando con alegría la palabra de Dios, ciñéndonos a los lineamientos del Papa y de nuestro Obispo, llevando a cada una de las familias e integrantes de nuestra Fuerza para que conozcan, amen y acepten a Jesucristo en su corazón.

Autor
Comunicaciones Estratégicas CACOM 5

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