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"Cuando la tempestad pasa la vida brilla con más resplandor"

Ervin Almeyda Celis santandereano de 39 años, nací el 18 de noviembre de 1980 en el seno de una familia campesina muy humilde, que se trasladó del municipio de Los Santos hacia Girón, Santander ahí viví en la finca de mi abuela con mis padres: Evelio Almeyda Hernández y Alvinia Celis Díaz; quienes tenían una situación económica muy difícil, pero a pesar de las circunstancias nunca nos hizo falta la alimentación, porque tuvimos la oportunidad de solventar la comida con los mismos productos que se cultivaban.

En 1984 mi padre tomó una decisión que nos cambiaría la vida, pues realizó la compra de una “caseta” a un señor de otra vereda, lo que conllevó a mudarnos a una finca ubicada cerca al puente que se llamaba “Guillermo Gómez Ortiz” y en el que pasan los ríos Fonsi y Suárez. En esta belleza que nos brindaba la naturaleza, solo había cuatro casas con la mía, la cual era hecha de barro y bareque, quedando abajo en la montaña y a una distancia considerable de la caseta que compró mi padre.

Mis viejos pusieron a funcionar la caseta con ventas de empanadas que hacía mi mamá mientras mi padre sacaba arena de los ríos para vender en el municipio de Zapatoca; la cual estaba dando frutos y fue cuando mi padre construyó una casa en ladrillo y tomó la decisión que me fuera a estudiar en un colegio que quedaba entre el cañón del Chicamocha y Zapatoca.

Recuerdo que en la institución educativa donde realicé gran parte de mi primaria, fue construida por el alcalde de esa época, quien fue criticado por la comunidad por crear una escuela en una zona donde solo vivían cabras; para sorpresa de muchos, ahí estudiaron mis hermanos y yo.

Cuando iba iniciar quinto de primaria mi padre toma la decisión de enviarme donde unos “compadres”, para que estudiara en el colegio del municipio por lo que me entusiasme porque para mí estar fuera del campo era totalmente novedoso. Mis padrinos me ponen en la tarea de aprender a montar bicicleta, algo innovador para mí a lo que no puse límites y dejé de estudiar por estar en este “aparato” de dos ruedas.

A raíz de esto, mi padre me sacó de estudiar y me dediqué completamente al campo a la edad de 11 años, levantándome a las 04:30 de la mañana a regar un cultivo de patilla, antes de que saliera el sol, también me dedicaba a barrer el desecho de las cabras, para posteriormente empacarlo y venderlo como abono.

Y después de un año de trabajo en el campo, seguí estudiando en un colegio que quedaba a una hora de la finca de mi abuela para terminar mi quinto de primaria y seguí mi bachillerato en Zapatoca, en un colegio técnico en el que hice parte de la especialidad de mecánica industrial.

En el transcurrir de mis días, en el año 1996 estaba en la caseta atendiendo y llegaron unos hombres con prendas militares preguntando por mi papá, en ese momento no sabía que se trataba de la guerrilla que quería ingresar por la zona, entonces me puse a escuchar detrás de la caseta y supe que era el ELN que quería cobrarle vacuna a mi padre.

Al cabo unos meses, con 16 años de edad me encontraba donde mi abuela, como a dos kilómetros de mi casa, tomando la lectura del contador de la luz porque al día siguiente mi papá iba a Girón a pagar el servicio de la energía, fue en ese momento donde escuché los disparos en mi casa, me regresé y encontré a mi mamá aterrorizada con la cara y el pecho ensangrentado; le pregunté dónde estaba mi papá y me dijo en llanto está en la tienda.

Llegué a la caseta y vi a mi padre en el piso con disparos en varias partes de su cuerpo, llamé a un padrino pidiendo ayuda, porque a mi madre también le habían disparado; para trasladarlos al hospital de Zapatoca que quedaba en el centro. Durante el recorrido había un puesto de control de la Policía, quienes pararon el vehículo y preguntaron hacia dónde nos dirigíamos.

En el hospital, mi abuela y tías ingresaron con mis padres y yo me quedé afuera con mis hermanos menores en el vehículo. En ese momento inició una balacera de unos hombres en una camioneta y la Policía, pues esas personas que se enfrentaron con la Fuerza Pública fueron quienes acababan de dispararle a mis padres

Entramos al hospital y en medio del enfrentamiento estaban policías heridos e integrantes del ELN, entre ellos el conductor de la camioneta, quien me miró y me dijo: “perdón”, él sabía que yo era hijo del hombre que ellos habían matado.

Mi madre se recuperó y fuimos al entierro de mi padre, en el cual asistió mucha gente ya que la caseta era un lugar muy concurrido, donde muchas personas llegaban y de paso probaban las empanadas que mi mamá hacía

Después del 17 de junio de 1996 fecha en la que murió mi padre, con mi madre y mis hermanos intentamos retomar nuestras vidas en Bucaramanga, no fue fácil adaptarse a la ciudad porque yo no sabía ni coger un bus, pero antes de terminar el colegio fue personal de Incorporación de la Fuerza Aérea y me llamó la atención ingresar.

Realicé mi proceso y mi mamá vendió un carro que teníamos ayudándome a pagar mi carrera como Suboficial Mientras yo estaba en la Escuela de Suboficiales mi madre me llamó a decirme que dos hombres la abordaron amenazándola y diciéndole que ellos sabían que yo estaba con los militares, que me cuidara porque ellos me querían matar a mí, sino se vengarían con mi hermano.

Los dos años en la escuela fueron duros para mí, teniendo siempre la incertidumbre de cómo estaría mi madre y mis hermanos. Además, cuando me daban permiso yo viajaba de noche, llegaba en la madrugada a Piedecuesta, Santander y me quedaba encerrado en la casa todo el tiempo).

En el 2000 nos graduamos los últimos Técnicos Cuartos de ESUFA, ya que anteriormente ese era el primer grado de la suboficialidad y obtuve la especialidad de Seguridad y Defensa de Bases Aéreas.

Hoy en día tengo el grado de Técnico Subjefe con diferentes cursos y conocedor de diferentes unidades de la Institución y cada logro que alcanzo es dedicado a mi familia y en especial a mi padre, quien me enseñó valores y virtudes para ser quien soy.

Autor
Comunicaciones Estratégicas CAMAN

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