Los acuerdos de paz pueden ser firmados pero los campos minados son un cruel legado del conflicto. Su capacidad de matar ó herir indiscriminadamente a toda la población, y de estar funcionando por décadas en los más variados espacios en donde las comunidades llevan a cabo sus actividades diarias, hacen que se restrinja la libertad y el movimiento, infundiendo miedo y temor.