Más he aprendido de mis compañeros de viaje. Ellos hicieron toda la diferencia entre lo que habría podido ser un crucero indiferente y de precisión matemática, y lo que fue: una travesía antártica cuyo calor humano podría derretir glaciares.
Tres meses y siete días; más de 14 mil millas recorridas (el equivalente a darle la vuelta al mundo casi dos veces por la parte ecuatorial), a lo largo de las costas de cuatro países y un continente congelado.

