Cuarenta años después, el cielo volvió a ser testigo de un acto que mezcló dolor, memoria y esperanza, dos aeronaves tipo Huey II del Comando Aéreo de Combate No. 4 surcaron los cielos de lo que alguna vez fue Armero, dejando caer miles de pétalos rojos que descendían como un susurro, como un abrazo que llega desde lo más alto para tocar heridas que nunca terminan de sanar.

